
21 Nov ¿Cómo afectan las condiciones climatológicas a los niveles de contaminación?
Parece que este año el otoño ha llegado de forma perezosa y seguimos disfrutando de gran cantidad de días soleados y temperaturas todavía suaves para la época del año en que nos encontramos. Lluvia y viento de momento brillan por su ausencia. El buen tiempo puede ser motivo de alegría para quienes disfrutan de pasar ratos al aire libre, pero la agricultura y el medio natural están sufriendo ya de forma severa los efectos de una sequía que parece va a seguir prolongándose en 2018 y que amenaza seriamente los rendimientos de cultivos y también ganadería.
¿Pero qué sucede en las grandes urbes? ¿Tiene también efectos negativos la ausencia de lluvia?
Si revisamos los datos de los últimos años, otoño e invierno son los meses en los que tradicionalmente se concentran los episodios de alta contaminación. Los niveles de dióxido de nitrógeno (NO2), uno de los principales contaminantes atmosféricos (junto a las partículas en suspensión), registran sus datos más altos en estos meses y esto no se debe a la casualidad.
Cuando llegan los meses más fríos, se produce la denominada “inversión térmica”. Este fenómeno hace que el aire frío, más denso, se quede atrapado en las capas inferiores, más cercanas al suelo, mientras que el aire más cálido sube hasta las capas superiores impidiendo que se mezclen las dos masas. Esta masa de aire frío y contaminado, mucho más denso, queda de alguna manera atrapada y se puede ver una especie de neblina compacta sobre las grandes ciudades como Madrid y Barcelona.
Cuando esto se produce, los fenómenos atmosféricos de lluvia y viento son los únicos que pueden ayudar a limpiar el aire. En realidad, no es exacto decir que la lluvia y el aire limpien el aire, sino que las lluvias arrastran hacia el suelo las partículas en suspensión más grandes y de esta forma impiden que las respiremos y el viento se encarga de trasladar los gases nocivos hacia otras zonas: esto significa que los niveles de concentración de estos gases disminuyen en unas zonas, pero en realidad están aumentando en otras aunque no lleguen a alcanzar niveles perjudiciales para la salud.
Madrid vive un otoño plagado de alertas.
Esta situación es la que se está produciendo en la ciudad de Madrid desde hace semanas y provoca que la ciudad se haya visto obligada a activar el protocolo anticontaminación en varias ocasiones en lo que llevamos de otoño. Hoy, la ciudad limita la velocidad en M-30 y accesos y prohíbe el aparcamiento a los no residentes dentro de la almendra central por octavo día. Madrid lleva semanas sin ver la lluvia y las ligeras rachas de viento de los últimos días han resultado insuficientes para hacer desaparecer la famosa boina de polución. Como la propia portavoz del Ayutamiento, Rita Maestre, ha confirmado, es bastante posible que se tenga que continuar activando el protocolo anticontaminación ya que no hay previsiones de lluvia para los próximos días.
La solución pasa por un parque de vehículos más moderno y eficiente.
Dado que las condiciones climatológicas escapan a nuestro control y no parece una solución a largo plazo confiar en la dispersión de las partículas y gases contaminantes gracias a la lluvia o las rachas de viento, parece razonable disponer de medidas para controlar las emisiones de estos gases.
Es cierto que los tubos de escape de los coches son uno de los grandes agentes contaminantes, pero no de todos los coches. Los coches más modernos incluyen de forma obligatoria los sistemas SCR con depósito Adblue® y filtros de partículas que reducen en gran medida las emisiones de NO2 y partículas en suspensión. La clave por tanto es lograr desterrar poco a poco de nuestras carreteras los vehículos más antiguos, responsables en una proporción enorme de las emisiones de gases y partículas nocivas para la salud y el medio ambiente.