En la cruzada por un Aire más limpio, los fabricantes de coches se mojan.

En artículos anteriores, hemos visto como las instituciones (a nivel europeo, a nivel estatal y a nivel municipal) han venido desarrollando normativas que aseguren, mediante medidas de control, restricciones e incentivos fiscales, una calidad del aire que no ponga en riesgo nuestra salud.

Hoy volvemos la mirada al papel que juega en esta lucha otra de las grandes partes interesadas, la industria del automóvil. Si hablamos del peso en Europa de la industria del automóvil, estamos hablando de una de las actividades industriales más longevas, que es responsable de millones de empleos y billones de euros de inversión en el continente, y que representa un porcentaje importante de sus exportaciones. Una industria que no quiere ver perjudicado su negocio y que trabaja desde hace décadas por adaptarse a la creciente preocupación en la comunidad científica por su relación directa con aspectos relacionados con la salud y el medio ambiente.

Tímidamente a partir de los años 70, pero de una forma cada vez más intencionada a partir del año 2000, los fabricantes han ido incorporando a los vehículos nuevas tecnologías más respetuosas con el medio ambiente, que reducen el consumo y también las emisiones contaminantes.

Los motores de combustión de gasolina y diésel han incorporado mejoras que han reducido de forma drástica sus emisiones de CO₂ pero también de NOx y de partículas en suspensión. Los motores turbodiésel de inyección directa, los filtros de partículas y los catalizadores SCR con depósito de AdBlue® han logrado que incluso los motores diésel, tan cuestionados en los últimos años, hayan logrado unos datos respecto a emisiones que superan ampliamente las normativas más restrictivas de Europa.

Sin embargo, ¿cuántos vehículos circulan con esta tecnología ya incorporada?

El problema está en que aún tenemos en Europa un parque de vehículos muy envejecido. A pesar de que las ventas de vehículos han aumentado en Europa durante los tres últimos años, el parque de vehículos ha seguido envejeciendo. Los datos más recientes de los que disponemos son de 2015 y cifran en 10,7 años la edad media de los vehículos en Europa, frente a 10,4 años en 2014 (datos de IHS Markit). Todavía más llamativo es si comparamos las cifras con las de 2007, cuando nos situábamos en una media de 8,4 años.

Por supuesto, las cifras varían enormemente de unos países a otros. Desde Luxemburgo, a la cabeza con la flota más joven (media de 6,2 años), hasta Polonia, la que cuenta con una flota más envejecida (media de 17,2 años). A España la encontramos hacia la mitad de la tabla, con una media de 11,4 años.

Según la ANFAC, (Asociación Española de Fabricantes de Automóviles y Camiones) en su informe “Movilidad Urbana Sostenible: una visión pragmática”, la cifra es demoledora: 100 vehículos modernos contaminan menos que un vehículo de los años 70. En términos globales, el informe estima que aproximadamente el 20% más antiguo del parque de vehículos es responsable del 80% de la contaminación generada por el total del parque.

Unos de los grandes retos para Europa está por tanto en incentivar la renovación de los vehículos más antiguos y su retirada definitiva de la circulación. Sería interesante retomar las políticas de apoyo e incentivos para la renovación de los coches más antiguos, en paralelo a las normativas más restrictivas para la circulación de estos vehículos, sobre todo en las grandes ciudades.